TALLER-DE-FOTOGRAFIA

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"La ventana del tiempo"

Tallerista: Alexander Arteaga Criollo.

"El plasmar el arte con mis manos siempre me fue fácil, podía utilizar retazos de tela y crear muñecas o coger la palma de Iraca y hacerla un sombrero, pero creer que podía congelar el tiempo se me hacía un poco infantil. Resultó no ser así, solo se requería una pequeña cámara y no solo se congelaba el momento, sino que se abría una especie de portal. Una ventana a un fragmento de tiempo que se volvía pasado, que ya no volvería pero que ahora yo podía atesorar. Que cosa más fantástica. Las primeras recomendaciones que nos hizo el profesor fueron claras, no debemos imponer nuestra visión ni nuestro contexto al hábitat. Al inicio no comprendía mucho pero poco a poco logré darme cuenta que, así como cualquier relación de amistad, se debe iniciar con el respeto por el ambiente al que se está fotografiando.

Lo primero en la lista, era realizar una investigación exhaustiva sobre lo que deseábamos plasmar. Normalmente mis fotografías se basaban más que todo en mostrar mis productos o en fotografías a mis estudiantes y a mi comunidad, pero no pasaba de las ganas de instaurar un recuerdo. No pensé que uno podría contar una historia únicamente con una fotografía. Para poder contar la historia correctamente, se debía buscar un lugar o un personaje de mi interés y hacer de eso una crónica por medio de la cámara. Esta crónica no debía ser únicamente un interés propio, debía tener también un interés social, un territorio o un lugar emblemático.

Luego de tener en claro esa información, ya tenía algunas ideas en mente, pero ¿Cómo hacer que la foto quedará perfecta? Bueno pues esa incógnita fue resuelta con facilidad. Se dejó en claro que los aspectos técnicos de la fotografía siempre deben estar en pro de la creatividad, no importa si ninguno de nosotros sabía cómo utilizar una cámara profesionalmente, si éramos creativos, la cámara funcionaria a nuestro antojo. El profesor utilizó un ejemplo muy particular, tanto que es imposible olvidarlo, nos habló de la Santísima Trinidad. Resulta que, para el arte de la fotografía, así como en el catolicismo, existían tres aspectos fundamentales que juntos hacían milagros.

La Santísima Trinidad consistía en el obturador, el diafragma y la sensibilidad. Todos parecíamos absortos cuando el profesor nos hizo esa comparación, pero no fue la única comparación extraña. Nos explicó que el diafragma es la cantidad de luz que entra por la cámara y el obturador es el tiempo que la imagen queda expuesta a esa luz. El obturador es algo así como una llave abierta y el diafragma el caudal que tiene la llave. Más simple no lo pudo explicar, y la sensibilidad es la cantidad de luz que la cámara puede captar, y se refiere más específicamente a la cámara que se usa. Luego de esa ejemplificación ya estaba lista para coger mi cámara y salir al mundo. Por fortuna el profe no fue tan acelerado como yo, faltaba una última cosa por explicar, una de las más importantes según él.

Luego de tener todos los conceptos claros debíamos tener en cuenta la composición de la imagen, nos mostró unos ejemplos con unos cuadros extraños. Consistían en tres líneas paralelas ubicadas verticalmente y tres líneas paralelas ubicadas horizontalmente, en los puntos en los que se unían esas líneas se mostraban lo relevante en la imagen. Por ejemplo, si en los puntos estaba la sonrisa de una mujer, esa sonrisa iba a ser lo que más resaltara en la foto. De verdad que ese tipo de cuestiones parecían más de orden científico que de algo artístico. Recuerdo una vez alguien me dijo que el tiempo no era oro sino arte, y que curioso comprender que ahora el arte vivo puede estar en una fotografía. Bueno ya no faltaba más, con tantos conceptos yo solo quería correr y tomar muchas fotos. Claro muchas de ellas salieron mal, pero luego del trabajo de campo que hicimos en el Pantano de Vargas, unas cuantas salieron tal como quería. Qué lindo es el patrimonio vivo en el tiempo o en el arte de un encuadre fotográfico"

Por: Paula Lara y Karen Novoa

Taller de fotografía. Foto: Alfredo Otero